viernes, 17 de diciembre de 2010

La productividad laboral y su relación con la indemnización por despido

Desde muchos ámbitos empresariales y también desde respetados (que no respetables) foros y organismos internacionales, se tiende a considerar una reducción de la indemnización por despido como una medida que provocaría un incremento de la productividad media del trabajador. La teoría se repite día tras día como una verdad revelada y la reciente reforma laboral, acuciada por la grave situación económica de nuestro país, parece recoger esa corriente de opinión.

Si observamos nuestro entorno inmediato, vemos como la indemnización por despido en España no es en absoluto de las más bajas. Países como Dinamarca, por citar sólo un caso, con una indemnización que puede llegar a ser 6 veces inferior a la española alcanzan una productividad media por trabajador jamás vista en nuestras latitudes. La situación se repite en otros países como Alemania, Reino Unido o Francia. La tentación es obvia: una indemnización por despido más baja situaría a España en la media europea y en el camino correcto de la recuperación económica basada en la flexibilización del mercado laboral.

No obstante, a día de hoy pocos estudios han abordado el problema de la productividad desde una óptica vinculada a la elevada precariedad existente en nuestro mercado laboral. Se suele obviar que España es el segundo país de la UE (sólo por detrás de Polonia) con mayor índice de temporalidad con un porcentaje alrededor del 25%, cuando la media de la UE es aproximadamente la mitad. Es obvio que un índice tan elevado puede ser debido al importante peso del sector turístico (generador de empleo de carácter estacional) en nuestra economía, pero eso no lo explica todo. Muchas veces los razonamientos estrictamente economicistas impiden elaborar análisis más profundos al abordar esta problemática.

Un contrato de carácter temporal, cuando existe, permite al empresario cubrir ciertas necesidades productivas de carácter coyuntural y una flexibilización de su actividad económica. En los últimos años además, hemos visto emerger con fuerza los contratos de prácticas o en forma de simples becas. Inicialmente concebidos como una puerta que permitiera la formación del trabajador y a su vez su acceso al mundo laboral, vemos como el tiempo ha acabado por pervertir esa función inicial para acabar convirtiéndose en una forma encubierta de contratación de mano de obra sub-remunerada.

Empresas y instituciones públicas recurren constantemente a ese tipo de pseudo-contratos sin cotización y sin indemnización. Si lo analizamos desde la perspectiva economicista que vincula la productividad con la indemnización por despido, los contratos temporales o de prácticas asegurarían unos índices altísimos en ese aspecto. No obstante, la terca realidad sugiere exactamente lo contrario. Un trabajador disfrazado de estudiante en prácticas, sin derechos laborales de ningún tipo demuestra ser diariamente un trabajador desmotivado, sin compromiso alguno con la empresa o institución y como tal, un trabajador poco productivo. Puesto que el régimen de prácticas no se puede prolongar más allá de un período determinado, y al estar totalmente cerradas las puertas a la contratación indefinida, se recurre ad aeternum a la sustitución de un trabajador por otro. Lo mismo sucede con muchos contratos temporales. Con ello se agrava todavía más el problema de productividad en la empresa, pero ese aspecto parece siempre subordinado al ahorro en costes laborales.

Con ello, vemos como la calidad en muchos servicios de índole pública o privada han sufrido un alarmante descenso en los últimos años. Incluso en nuestro lenguaje popular, la palabra “Becario” ha dejado de tener la connotación positiva de antaño para pasar a ser sinónimo de un trabajador en precario, sin experiencia y sub-remunerado.

Hasta que no haya un debate serio y profundo sobre las causas de los bajos índices de productividad en nuestro país, y mientras la problemática siga abordándose desde una óptica parcial e incompleta, no solo estaremos lejos de una solución definitiva sino que ahondaremos terriblemente en su gravedad.

Artículo escrito por Daniel Tomás Gaimundiz

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